
Las personas tenemos la extraña capacidad de mutar. A veces sentimos que con sólo unos pocos centímetros de agua bajo nuestros pies nos podemos ahogar. Entonces creemos que todo es una lenta y dolorosa aproximación hacia el final de algo, una especie de muerte cotidiana. Y hay muchas personas que suelen coincidir con esta sensación y no sólo coincidir sino que a veces la alientan o hasta la generan. Porque en ocasiones no nos damos cuenta de que estamos en terreno resbaloso y siempre hay alguien dispuesto a hacérnoslo notar. A estas personas rara vez le importa el efecto que causan sobre nosotros. Sólo les importa transmitir sus angustias o frustraciones a los otros. O sus propios miedos, temores, inseguridades. Eventualmente lo que supuestamente pretenden hacer es evitar que nos ahoguemos y sin embargo, por algún extraño motivo, nos quieren impedir que respiremos y no se dan cuenta que son ellos quienes nos están ahogando y no ese poquito de agua acumulada debajo nuestro. Es por eso que yo elijo SALTAR y, también, levantar vuelo. Como las gaviotas, que tocan el agua y vuelven a despegar. Alto, muy alto. En compañía de otras gaviotas.